En el fondo es muy fácil, se reduce a saber cuantas posiciones por delante eres capaz de analizar sin tocar una pieza en el tablero.
Hace muchos años que dejé de jugar al ajedrez de forma regular, en mis años mozos le dedicaba bastante tiempo. Una vez me contaron que la diferencia entre yo y ese jugador que parecía perfecto era que él era capaz de haber visto la posición que estábamos jugando en ese instante, pero unas cuantas jugadas atrás.
Una de las cosas que me enganchaban del ajedrez era que veía muchos parecidos entre el juego y la vida real. Y este era uno de los casos, veía en la gente que me rodeaba, diferentes profundidades y diferentes amplitudes, es decir, son capaces de analizar n posiciones por delante en la variante actual, pero además, analizan los «¿y si?» de respuestas alternativas del oponente.
Hay gente que es capaz de ver muchas jugadas hacía delante, que tienen previsto muchas variantes, es la gente planificada. También existe otro tipo de gente, que sólo analiza la situación actual, que son incapaces de pensar en las siguientes posiciones, porque suelen opinar que no quieren invertir tiempo en algo que no saben si pasará o no y que cuando llegue ese momento ya verán lo que hacen, los no-planificados.
A mi modo de entender, la diferencia en la efectividad de sus tareas es enorme. En la vida como en el ajedrez no puedes tener prevista todas la variantes, sino que analizas las más probables que puedan suceder.
En la creación de tu repertorio de aperturas, por ejemplo, si jugabas con blancas y empezabas con peón a e4, analizabas las posibilidades de respuesta más comunes que podía ser por ejemplo, continuar en una apertura abierta con peón a e5, una defensa francesa con peón a e6 o la incómoda defensa siciliana moviendo el peón a c5. Pero nunca nadie pensaba que pasaría si las negras movían el peón a a6, porque era altamente improbable que un jugador con conocimiento del juego lo hiciera.
Pues en la vida igual, una persona planificada que tiene una lista de tareas pendientes debidamente analizadas y estimadas, es capaz de hacer frente a una cancelación improvisada de una reunión rellenando el tiempo con otras tareas, y lo hace al momento; no pierde tiempo descolocado sino que actúa de inmediato. En cambio, en alguien que no es capaz ni de prever la respuesta más probable, todo se le vuelve más cuesta arriba a la mínima de cambio.
Un cambio imprevisto en una persona planificada puede suponer un contratiempo grave, pero tendrá más posibilidades de superarlo que alguien que sólo analiza la posición actual sin mirar más allá, gente que vive al día, que puede mandar al traste todo y no tener alternativas a ese cambio.
Esto se traduce en que los planificados suelen tener buena suerte y los no planificados mala suerte. Personalmente, me da bastante rabia que se achaque a la suerte la efectividad de los actos que realiza una persona. Pienso que ambos tipos de personas tienen la misma suerte, y que cuando juegas a la lotería, cuantos más números tengas, mejor suerte tendrás.
Para otro post dejaré lo que pienso acerca de los grandiosos esfuerzos que hacen parecer a los no-planificados como héroes ante una mala jugada (un error propio) y lo infravalorados que están los esfuerzos que realiza un planificado en analizar las jugadas y descartar los errores de entrada.