Una cosa muy común que me suelo encontrar en la gente que trama algo es esconderse información por miedo al plagio.
Por tramar algo, quiero decir gente que está en plena maduración de una idea que desea materializar y sobre todo monetizar. Se les ha ocurrido un nuevo producto que puede ser muy útil y que potencialmente tiene mucho valor, o se trata de una ampliación del servicio que ya ofrecen, o un nuevo modelo de negocio; en definitiva, traman algo. Su actitud suele ser de esconder la máxima información posible de esa idea, no la cuentan a nadie por miedo a ser copiados. Si preguntas, la respuesta suele ser: «Si claro, ¡para que me copies!«.
Yo el primero me incluyo en ese grupo, o me incluía, porque según pasan los años cada vez estoy más convencido de que no es una buena actitud. Lo explico.
Primero, con esa actitud pueden dañar la confianza de las personas más cercanas. Porque no es lo mismo ser mecánico de Ferrari y contarle al mecánico de McClaren tus ideas que contárselo a un familiar o amigo cercano. Creer que ese ser querido te puede robar tu idea, es dudar de esa persona, y a nadie le gusta que duden de uno.
Segundo, creo que es un miedo infundado. De alguna forma, si no quieres contar a alguien lo que tramas, es porque crees que puede conseguir hacerlo mejor que tú (en menos tiempo, más barato y más bonito), pero eso normalmente no se ajusta a la realidad. No todo el mundo tiene la capacidad de emprender una idea que puedas tener tú, no todo el mundo se enamora de la idea que has tenido, posiblemente porque incluso no sea ni buena, ni tampoco tienen los conocimientos y habilidades necesarias para llevarlo a cabo.
Y tercero, es un error porque se desaprovecha el mejor motor que tiene un proyecto: las personas. Todo va destinado directa o indirectamente hacia las personas, a buscar el mayor beneficio para ellas. Por lo tanto, los mayores interesados, son las personas.
El comentar algo con alguien hace que el receptor pueda opinar, preguntar, aconsejar, desaconsejar, ayudar, etc. Ese feedback es muy valioso para tu idea. Si no te abres a la gente, lo más probable que pase es que cuando lances tu idea al mercado, se te haya escapado algo fundamental que lo haga inviable en el mundo real. En la pizarra antes del partido, todos ganamos el partido; pero cuando empieza el juego y se mueven los jugadores, todo se tuerce.
No es raro que cuando presentas una idea a alguien externo, que porqué no, puede ser un cliente potencial, te haga preguntas tontas que nunca te habrías planteado. Esas preguntas son las del mundo real, y en ser capaz de resolverlas o no es donde muchas veces se gana o se pierde el partido.