A principios de la decada de los 70, se produjo una crisis energética. Los Estados Unidos habían alcanzado su mayor pico de producción de petróleo pero ésta empezaba a declinar por lo que debía abastecerse con importaciones de crudo desde fuera del pais. Por aquel entonces la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) contaba casi exclusivamente con paises árabes que en lugar de ceder a las presiones de los paises consumidores de petróleo, lo que hizo fue lo contrario, dejar de exportar petróleo a los paises que apoyaron a Israel en la «Guerra del Yom Kipur«, entre ellos Estados Unidos y algunos paises europeos. Ese embargo provocó una drástica subida del precio del petróleo que llegó a cuadriplicarse.
Las consecuencias de ese embargo, producido oficialmente en 1973, fueron importantes. Muchos paises restringieron el uso de petróleo y electricidad a sus ciudadanos, racionándolo y estableciendo incluso sentencias de cárcel a quienes lo mal usaban.
Por aquel entonces, una empresa alemana se dedicaba a fabricar grandes juguetes de plástico (por ejemplo los míticos hula hoops) y tuvo que adaptarse a la nueva situación económica. El jefe de desarrollo de la empresa pasó tres años cambiando la línea base de la empresa, decidió fabricar unos vehículos de juguete mucho más pequeños que al necesitar menos petróleo eran más factibles de ser desarrollados y vendidos. Estos vehículos iban acompañados de unas figuritas básicas de menos de 8cms de altura, sin mucha ornamentación ni florituras.
El éxito de las figuras comió la tostada a los vehículos que suponían iban a ser los protagonistas. Las figuras tenían un tamaño perfecto para caber en la mano y en el bolsillo de un niño, eran tan simple como los dibujos que esos niños pintaban, y además no imponían ninguna restricción a la hora de jugar, era la imaginación de cada niño la que ponía los límites. En las primeras exposiciones y ferias fueron del agrado del público, y desde entonces, siguen vendiéndose bastante bien. Muchos niños de los 80 hemos crecido rodeados de esas figuritas, de algún modo debemos muchos momentos buenos de nuestra infancia a aquella crisis del petróleo.
Una vez más la historia nos demuestra que ante cualquier crisis, el que sabe adaptarse es capaz de sacarle partido a la situación. Por supuesto que no es nada sencillo, pero es factible, hay muchos casos de éxito. Las crisis tienen un componente positivo, (dentro de todo lo negativo que conlleva ojo, sin banalizar), y es que nos obliga a agudizar el ingenio, a investigar, a mejorar nuestros procesos, a ser rentables y eficientes, y por tanto nos genera oportunidades de crecimiento que sólo los más avezados sabrán aprovechar.
Bajo mi punto de vista, el eliminar restricciones y condicionamientos a «cómo hay que usar las cosas» es un factor clave para destacar y conseguir salir de la crisis de forma triunfal.