Under the wide and starry sky,
Dig the grave and let me lie.
Glad did I live and gladly die,
And I laid me down with a will.This be the verse you ‘grave for me:
Here he lies where he longed to be;
Home is the sailor, home from sea,
And the hunter home from the hill.
Es el epitafio de uno de los escritores que más me admiro. Lo escribió él mismo, pero 14 años de morir. Escribió probablemente la novela de aventuras que más me marcó de pequeño, y seguramente la que hizo que desde siempre me haya interesado la piratería. Y no, no me refiero a la descarga ilegal de música o películas.
Estoy convencido que como yo, muchos niños han crecido soñando con piratas. Viendo banderas negras con calaveras y tibias ondear en mástiles de barcos, sanguinarios hombres barbudos con patas de palo y loros en el hombro que buscaban a toda costa el lugar que marca la X en un viejo mapa. Niños que se entrometen en asuntos de adultos, adultos que se corrompen como niños delante de caramelos.
Siendo consciente que la piratería como tal, en ninguna de sus vertientes, no tiene nada bueno, no puedo evitar que al oir la palabra «pirata» me vengan a la memoria tan buenos recuerdos de mi niñez. Mientras otros ven algo negro y sucio, a mi me brillan los ojos. Y si me pones un videojuego, más todavía.
Es increible como lo vivido en la infancia puede marcar y condicionar tanto el pensamiento como la forma de actuar en la edad adulta. También me parece fascinante que eso vivido en la infancia haya sido provocado por la imaginación de un padre jugando con su hijo a inventar historias 150 años antes. Me impresiona.
La imaginación, ese bien tan intangible como valioso. Valiosísimo porque es la herramienta básica que disponen los niños, aún en la era digital, para sus juegos. ¿Alguien conoce a un niño sin imaginación? Yo a muchos, pero los llamo adultos (pero no son todos los adultos, ojo 😉 )
Y de tanta utilidad, lo mismo te permite pasar una tarde lluviosa en casa que encontrar el modelo de negocio que te permita vivir haciendo lo que te gusta. El límite lo pone el dueño de la imaginación, nadie más.
También es un bien muy curioso, porque a veces se acrecenta con las presiones y los miedos, y a ratos lo hace con la tranquilidad y el sosiego, puede hacer acto de aparición en reuniones multitudinarias de amigos o en la más absoluta soledad; hay gente que la ha encontrado cuando pasaba penurias y otra gente cuando vivía holgadamente.
Aún no se ha inventado la tecnología que permita controlarla, ni creo que pase nunca.
Vaya, ¿no es esta última frase un buen argumento para una novela distópica? 😉